El Universo en el que nos encontramos es infinito en el espacio pero finito en el tiempo. La luz aún sigue recorriendo la inabarcable oscuridad que impera en el espacio, ilusa de no encontrar nunca límites que la contengan. Al Universo que Marvel ha creado para expandir sus creaciones a nivel cinematográfico también le pasa algo parecido. O al menos “Captain America: Civil War” (2016) así lo insinúa, de la mano de sus directores, los hermanos Anthony y Joe Russo, ofreciendo una reconocible catarata de viñetas llenas de fuerza, color, y nuevos personajes emblemáticos.

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Equilibrar la que iba a ser el culmen de la trilogía del Capitán América (Chris Evans), sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de personajes que aquí aparecen, no era tarea sencilla. Los hermanos Russo consiguen señalar y pulir las diferencias morales que ya se atisbaban desde los inicios de la saga entre su dupla protagonista, dan momentos de especial cariño e importancia a los secundarios como Visión (Paul Bettany) o Black Widow (Scarlett Johansson) y, además, presentan con total contundencia a nuevos héroes como Black Panther (Chadwick Boseman) o el increíble (no hay un adjetivo que lo describa mejor) Spider-Man (Tom Holland). Realizar con todos ellos una escena de tal calibre, que pasará a la historia como una de las mejores batallas de superhéroes de todos los tiempos, ha sido un logro extraordinario en el que no falta ni un ingrediente: acción, humor, tensión y drama. Ventajas de dirigir siguiendo una receta.

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¿Pero por qué se pelean Los Vengadores? Todo héroe comparte una única característica común: lo son porque eligieron serlo. El aceptar o controlar sus habilidades especiales, aquello que los hace únicos, pudo venir antes o después de tomar la decisión de proteger al desvalido, pero en el momento en que eligieron, sin importar que en ese momento aún no vistiesen capa ni máscara, automáticamente se convirtieron en uno. El problema viene después, cuando una abrumadora avalancha de responsabilidad se cierne sobre el héroe, quien se arrodilla afligido sopesando si existe un sentido de la justicia totalmente correcto, cuántas vidas dependen de su acierto o su fracaso, si podrá afrontar con fuerza los embates del tiempo, o si por el contrario cejará en su empeño de ser el escudo que todo protege por miedo a verse reflejado en su enemigo.

No es fácil ser Iron-Man (Robert Downey Jr.) y perder a tus padres, no es fácil ser Visión y no saber cocinar para la chica que amas, no es fácil ser Spider-Man y tener que hacer los deberes, no es fácil ser War Machine (Don Cheadle) y librar la batalla número 139 de tu historial de combate como si fuese la primera aunque pueda ser la última. No es fácil ser un héroe como tampoco lo es ser un buen amigo. Y esta película va sobre eso.

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Y ahora vienen las pegas. Decía al comienzo del texto que nuestro Universo era infinito y, aunque Marvel actúe como si el suyo también lo fuera, debe ser consciente de que no es así. El rodar una película tras de otra, avanzando siempre hacia delante de manera parecida a como lo hace una ficha de dominó que empuja a la otra, puede tener sus ventajas, solo hay que comprobar con la pasmosa armonía que entran y salen personajes en escena, todos carismáticos, bien construidos, en continua evolución y con un peso cuidadosamente repartido, sin olvidar que esta es una película de Capitán América, que conocemos a Ant-Man desde hace poco y aún no sabemos de lo que es capaz y que van a relanzar al increíble (sí, otra vez) Spider-Man por tercera vez en el cine y hacía falta una presentación en condiciones. ¿Pero no venían ahora las pegas? Sí, voy con ellas.

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El ecosistema Marvel, que incluye tanto el Universo creado, como los personajes que lo habitan, parece abalanzarse impepinablemente hacia un futuro que nunca llega, es decir, hacia el infinito (guiño, guiño). Cada película de Los Vengadores quiere ser la mejor película de Los Vengadores sin llegar a serlo realmente y eso conduce a un agotamiento de la objetividad del espectador, que cualquier día de estos podría llegar a decir basta, para empezar a funcionar en serio y ponerse a dar tantos palos que ni las críticas a “Batman V Superman” parecerían duras. Porque podría haberlas, pero no las hay. Inexplicablemente, en “Civil War” aparece el que podría calificarse como peor villano de todo su Universo hasta el momento. Peor incluso que el de “Deadpool” si me apuras. Pero casi nadie parece reparar en ello porque, admitámoslo, ni siquiera era necesario para la fluidez y la consistencia de un argumento cuyo conflicto peca de sencillo y superficial, huye de todo conflicto político (o incluso religioso) y se sostiene simplemente porque sus personajes son la hostia y porque todo está en la receta desde el principio de los tiempos (el Big Bang del UCM) y salirse de ella da un miedo increíble. Es como todo ese rollo de la zona de confort: ¿Para qué salirse de los límites auto-impuestos si por ahora todo funciona según lo previsto? Pánico.

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Es absurdo, pero parece que los directores que trabajan para Marvel firmaron un acuerdo como el que tanto revuelo causa en la trama de la película de la que hablamos, supeditando su trabajo a un control externo que lo controle, lo regule y lo filtre. Están siendo cobardes. Intentan complacer a todo el mundo y no arriesgan ni un ápice en la toma de decisiones. No comprendo que se ataque a todas las películas de Marvel con el argumento de que son todas iguales porque ni siquiera pueden englobarse bajo el mismo género, pero tampoco entiendo cómo puede alabarse tanto la conformidad en esta victoria tan poco merecida de lo preestablecido. Marvel cada vez se parece más a Ultron, una máquina perfecta dispuesta a arrasar con todo lo que se cruce en su plan divino y perfecto; y menos a sus héroes, personas dispuestas a ir a contracorriente si con ello siguen siendo fieles a la decisión que tomaron cuando se convirtieron en lo que ahora son.

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